Hace ya unos días, mientras caminaba del trabajo a la casa, pude ver que frente a mi iba una pareja de ancianos, tomados de la mano.
Por mi paso siempre apurado, le pase sin distinguirles la cara, pero no fue necesario para ir pensando en la cantidad de historias que han podido compartir juntos a lo largo de la vida.
Yo seguía mi camino, mientras recordaba algunos de sus rasgos, ambos de piel clara, el delgado y más alto que ella, por su parte ella lucia estar encorvada y de cabello rojo.
Por sus facciones, supuse que eran extranjeros, aunque con mas años en este país que cualquier nacido aquí. Seguro llegaron en los tiempos de la guerra, huyendo de una Europa colapsada , dejando atrás a familiares y una tierra propia que en su juventud se hacia ajena. Les veía y recordaba a cantidad de amigos que hoy se aferran a sus amores, toman unos cuantos verdes y se lanzan a la aventura del destierro.
Ellos en su momento habrán llegado en barco, un viaje largo a través del Atlántico Norte. ¡Que no habrán pasado!.
Luego llegar a esta tierra llena de la gracia de Dios, con solo una exigencia, Trabajo duro, y es que quien se va de casa buscando algo mejor sabe, por las buenas o por las malas, que tiene que trabajar mas, si antes era fuerte, ahora lo será mas.
Una vez en Venezuela, ese paraíso del que una vez escucharon en las noticias o por las misivas de otros aventureros previos, toca ver para donde se van. Si desembarcaron en la Guaira y escucharon de los crepúsculos de Barquisimeto, su comida, la ubicación comercial y menos agite que la capital, eligieron la vida en provincia para recuperar la tranquilidad perdida en casa.
Todo un sueño, la vista del Valle del Turbio en la década del 40, poder ver ese río de gran caudal de aguas gris ceniza producto de la erosión y no por la contaminación, las haciendas de caña, ese clima tan agradable.
Es como estar de luna de miel, pero recordando que hay que ponerse las pilas, el tiempo es malvado y los recursos escasos.
Tras esa apariencia fina y delicada de ambos, seria difícil sospechar todas las arduas labores que les toco realizar.
Así como ser participes de primera linea en las haciendas de caña. Quien lo diría, allá en el antiguo continente eran personas de letras, y aquí jornaleros.
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¡Venezuela!, hoy despides a tus hijos como una vez con tal celeridad como hace unos años adoptabas a los de otras naciones.
Pronto seguiré escribiendo de estos viejos, que con su caminar lento, guardan mejores historias que cualquier especulación.
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